Conocía a su hijo pero no a él, sin embargo coincidía con él muchos sábados a las ocho en la pequeña y dulce iglesia neogótica de La Milagrosa en la misa a la que asistíamos las monjas y seis o siete personas. Nos saludábamos sin más hasta que un día hablamos al salir y caminamos juntos en la misma dirección y hasta lo acompañé a su casa.
Me sorprendió lo gran conversador que era y que un hombre de ciencias tuviera tan vastos conocimientos de la literatura clásica española, pero era un pozo de conocimientos, con voz de locutor de radio, la sencillez y humildad de un trapense y el agrado de las personas de exquisita educación.
Una de esas mañanas hablamos de dos grandes novelistas: Baroja y Pérez Galdós, yo le hablaba de la enorme capacidad de fabulación de ambos y me dijo que así era en efecto, pero había una enorme diferencia entre la enorme calidad literaria del canario y la del vasco.
Nació don Rafael el 14 de julio de 1924 en la misma casa en la que vivía, hijo de don Alejandro, juez y profesor del colegio San Buenaventura de los Capuchinos y doña Manuela Ramírez, familia de acendrada fe cristiana en la que fue educado, bautizado y confirmado en la fe que practicó a lo largo de su vida de forma ejemplar.
Estudió el Bachillerato en el colegio de San Buenaventura, de Totana acabando en 1936, haciendo el Examen de Estado en el Instituto de Murcia en 1942. Se licenció en Química Industrial en las Universidades de Murcia y Granada, obteniendo en 1975 la Cátedra de Matemáticas.
Hablaba con soltura francés e inglés y tenía muy buenos conocimientos de latín y griego, hasta el extremo de que sus informes y calificaciones las escribía en griego para mantener su confidencialidad y que sus alumnos no pudieran interpretarlas.
Su carrera docente la desarrolló en el Colegio Santiago, del que fue fundador, en las dependencias del antiguo colegio de San Buenaventura hasta la creación del Instituto Laboral y posteriormente en el Instituto Ibáñez Martín de Vélez Rubio, del que fue catedrático de Matemáticas, Jefe de Estudios, Secretario y Director, pasando con la misma cátedra al Instituto Juan de la Cierva de Totana del que fue director desde 1979 hasta 1984.
Profesionalmente fue químico colaborador del Arsenal Militar de Cartagena, perteneció al Consejo Superior de Investigaciones Científicas en la especialidad de obtención de subproductos agrícolas, así como químico de Micra, empresa de alta tecnología en plásticos. Sin perjuicio de su actividad académica dirigió explotaciones agrarias y ganaderas familiares y fue secretario y presidente de diferentes cooperativas agrarias y comunidades de regantes.
Durante los tres años de la guerra incivil su padre estuvo preso por sus convicciones cristianas y su madre también era encarcelada de vez en cuando, razón por la cual el muchacho se dedicó a la lectura y a las manualidades, destacando su habilidad como carpintero-ebanista. De hecho era frecuente que mientras daba sus clases de matemáticas sacaba de su bolsillo una herramienta y reparaba los desperfectos de alguna puerta o persiana.
Tenía don Rafael la extraña habilidad de ser ambidextro, lo que le permitía escribir con ambas manos, llegando a dividir la pizarra en dos partes y explicar dos problemas a la par escribiendo simultáneamente uno con la derecha y otro con la izquierda. Los que fueron sus alumnos me han contado muchas anécdotas de él, especialmente que ante cualquier duda se presentaban en su casa, los recibía, los llevaba a su despacho y les daba todas las explicaciones que necesitaran, algo que también hacía a algunos que no eran alumnos suyos y se presentaron con esa demanda, como un amigo mío al que atendió y explicó ampliamente sus dudas, que le permitieron aprobar el curso.
Era muy aficionado a la genealogía y elaboró bastantes árboles genealógicos para familiares y amigos, poseyendo él algunas cartas de hidalguía.
Con frecuencia era llamado para intervenir en litigios familiares y vecinales dada su autoridad moral, logrando siempre la solución perfecta para deshacer este tipo de entuertos.
Tras una operación de implante de cadera, al padecer metástasis de cáncer óseo, encontró la paz en el Sanatorio Virgen de la Vega, de Murcia el 9 de mayo de 2001, siendo su misa de corpore insepulto concelebrada por varios sacerdotes y frailes capuchinos. El Ayuntamiento de Totana en pleno de fecha 29 de mayo de 2001 acordó otorgar el nombre de una calle a tan extraordinario erudito y gloria totanera.
Juan Ruiz García